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jueves, enero 04, 2007

Opinión - Roberto Castelan

Nuevos munícipes

Publico - 04/01/07

Algunos tienen cuentas pendientes con la justicia. Para otros, gracias al eficiente sistema judicial panista, estas cuentas ya fueron archivadas. Otros hasta bien intencionados son. Ya se enfrentarán a la realidad de sus líderes partidistas, quienes les cobrarán el favor y el apoyo en las campañas.

Lo bueno es que aprenderán pronto. Más temprano que tarde les oiremos improvisar hermosos galimatías cada vez que se les requiera sobre el destino de los dineros públicos o sobre el comportamiento de alguno de sus subordinados.

Gracias a su elevado nivel de educación y a su sólida formación escolar, los nuevos munícipes aprenderán muy pronto el arte de la transa y el reporte. Además se podrán jactar de que forman parte de la nueva generación de presidentes municipales que llegaron gracias al gobierno del cambio. Y a las manos limpias. Y a que derrotaron al peligro para México.

Se sabrán salvadores de la patria. Limpios y puros, derrocharán humildad y tendrán la oportunidad de mostrar su sincero afán de servicio.

Les espera la obra pública, el presente agradecido de quien los apoyó en la campaña, el agradecimiento sincero, puro y honesto de los habitantes de esas colonias populares a quienes ofrecieron llevar agua, drenaje y ponerles alguna escuela o centro de salud. Al fin y al cabo, el prometer no empobrece. Al contrario. Nuestros nuevos munícipes ya se pasean en sus camionetotas del año anunciando de qué tamaño será la corrupción y el nivel de envilecimiento de sus funcionarios.

Alejados de las grandes ciudades, ajenos al mundo y lejos de todo lo importante, los municipios jaliscienses reciben a sus nuevos señores (y algunas señoras) con la disposición con la que reciben los vasallos a su nuevo monarca.

Para la vida municipal, la modernidad ha sido la gran ausente. El municipio jalisciense es el fiel reflejo de la forma como los políticos de la metrópoli entienden a la función pública.

Gracias a sus dirigentes que hacen lo suyo en las grandes ciudades, nuestros nuevos presidentes municipales entienden el voto circunstancial de los ciudadanos, como una patente de corzo para enriquecerse y mostrarse autoritarios, y no como una responsabilidad de servir a un pueblo que tiene en el salario mínimo su único referente democrático.

Son tres años en los que, si se portan bien con los jefes de Guadalajara, al final podrán ser dignos candidatos a diputados. Para ello hay que talonearle duro. Cobrar bien las licencias municipales y los favores personales. Aprovechar al máximo los fondos municipales. Convencer a los jefes de que el nuestro es el municipio más pobre para recibir más recursos. Vender bien esos terrenos municipales tan codiciados por los ricos del pueblo.

¿Quién dijo que el municipio no es el alma de la vida política de México?

Con nuestros nuevos munícipes: feliz año nuevo. Aunque ya se está pareciendo mucho a otros.

rcastelan@milenio.com

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