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sábado, agosto 04, 2007

Opinión - Victor Eduardo Garcia

Escritos al Caminar

Hay azules / que se caen de morados

Carlos Pellicer, el gran poeta tabasqueño, escribió esta maravilla poética tropical. Evidentemente exacto, el texto concentra en su brevedad una lección magistral sobre la naturaleza y sus procesos de maduración; desde su sencillez, exhibe toda la belleza exuberante de un paisaje barroco de tan intrincado y, por si fuera poco, sintetiza la existencia cuya evolución no cesa nunca. Sucede exactamente en el instante en que el tiempo se desborda, porque no puede acumularse; en ese preciso momento en el que la transformación se consolida como la afirmación de lo que es, porque, lo que es, tiene que transformarse para ser.

Cambiar, evolucionar, seguir adelante, caerse de tan morado es existir. Así es la vida. Así, los procesos naturales y así también, los históricos. México, a pesar de la opresión que actualmente pretende contenerlo, es un buen ejemplo de ello. Por ésta, entre otras razones, resulta interesante la lectura del libro recién publicado por Andrés Manuel López Obrador (La Mafia nos Robo la Presidencia. “Sólo le han quitado una pluma a nuestro gallo”. Editorial Grijalbo. 301 pp. Ciudad de México. Julio de 2007.) Y es que en él, López Obrador da cuenta de su historia y de la manera como ésta se relaciona con la del país, a través de una dialéctica excepcional en la que el hombre, determinado por su tiempo y su espacio, es capaz de influir en ese tiempo y ese espacio.

Testimonio de interés general para quienes deseen ampliar su visión respecto al anterior proceso electoral para elegir presidente de la República, el libro de Andrés Manuel es, sin lugar a dudas, lectura obligada para quienes, tras no aceptar el fraude y la posterior imposición de Felipe Calderón, integran el movimiento de resistencia civil y pacífica, del que nació la Convención Nacional Democrática. Y lo es no tanto para aumentar la ciega admiración que el líder despierta entre algunos de sus seguidores, sino para aprender (o si se prefiere: aprehender) algo o mucho de política, actividad que, para el líder “es, entre otras cosas, el arte de conciliar la razón con la pasión”; y para el ejercicio de la cual, no está exenta “la suerte, que en política siempre juega un papel importante”. A él y a los demás participantes en el primer Éxodo por la Democracia, la suerte les sirvió en enero del 92, cuando cansados y un tanto desanimados, hacían tiempo en Tlaxcala esperando el momento propicio para arribar a la Ciudad de México. Se dio entonces la noticia de que en el Distrito Federal estaban por firmarse los acuerdos de paz para El Salvador. “¡Aquí está, esto es lo que estábamos esperando…! No puede ser que el gobierno mexicano sea candil de la calle y oscuridad de la casa. Ésa es la fecha, el acontecimiento que esperábamos, la circunstancia favorable”.

Entonces Andrés Manuel encabeza el PRD en Tabasco. El motivo de la protesta, ahora puede parecer insignificante o, al menos, no muy importante: el reconocimiento del triunfo electoral en un municipio de Tabasco y en algunos de Veracruz. Sin embargo, es posible detectar en ese momento histórico, el inicio exitoso del movimiento de resistencia civil y pacífica, de izquierda, que ahora, años después, se organiza en todo el país. “Es [el Éxodo por la Democracia] otro momento de la resistencia civil, pacífica, legal a la que nos hemos comprometido al rechazar la ilegalidad electoral y el uso impune de la violencia”, dice en el que habría de ser su primer discurso de oposición en El Zócalo capitalino.

Para aquellas fechas, Andrés Manuel ya se había sumado a la fuerza partidaria que, gracias al talento y generosidad del ingeniero Heberto Castillo y a la convocatoria del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, aglutinaba a la izquierda de siempre con los demócratas salidos del partido que había heredado y controlado el poder desde del triunfo de la Revolución. A él, tras haber trabajado en la administración pública e incluso después de dirigir el PRI tabasqueño, correspondió contender por la gubernatura estatal representando el Frente Democrático Nacional y, posteriormente, fundar y organizar allí el PRD.

Desde entonces, su vida ha estado dedicada a la lucha por la democracia. Y de ello da cuenta en su libro, cuya lectura aclara ciertas cuestiones respecto a su forma de pensar y de actuar. En lo personal a mí me llamó la atención la manera como explica la aceptación de candidatos externos para contender electoralmente por el PRD y de la aceptación en el movimiento de personajes de otras formaciones políticas, incluso de quienes llegan del PRI:
“Cuando se lucha por hacer valer la democracia no se vale el maniqueísmo. Los políticos no se dividen entre buenos y malos; se distinguen, sobre todo, por la forma como actúan en determinadas circunstancias. Los fundadores del PRD no somos los únicos con derecho a participar. El PRD no es de nadie, no tiene dueño, es de todos. Es un instrumento de lucha al servicio de todos”. Y, líneas más adelante explica: “La política la hacen hombres y mujeres; no se hace con santos. Por eso hay que tener una visión amplia y abierta para preservar lo fundamental y no fijarse nada más en lo accesorio”. Con razón, dice, y tal vez su dicho sea un invitación: “En política hay que correr riesgos para poder avanzar. Es indispensable equilibrar principios con eficiencia. Con más razón ahora que enfrentamos una derecha neofascista y voraz: se requiere la unidad de todos los que formamos parte del abanico de fuerzas progresistas”.

La pluma de nuestro gallo

La lectura del libro de Andrés Manuel resulta amena y, con frecuencia, gratificante. Esta bien escrito y entusiasma al lector, que debe esforzarse no tanto para seguir leyendo, sino para dejar de hacerlo y atender los asuntos de la vida cotidiana. En lo personal, me da gusto corroborar, una vez más, que Andrés Manuel piensa como piensan millones de mexicanos, entre los que nos contamos mis parientes, mis amigos y yo. Me alegra su convicción de hacer política más que con los políticos con la gente del pueblo. Me sorprende y hasta me asusta un poco, su percepción de que la cárcel puede salvar la vida de los dirigentes de la disidencia: “muchas veces, la cárcel protege porque transcurre un tiempo, cambian las cosas, el dirigente es liberado y conserva su vida. Muchos líderes en la historia política de México se salvaron porque fueron a prisión; otros que no cayeron presos fueron asesinados”. No se a ti, querido e hipotético lector, pero a mí lo trascrito me parece la aceptación de un compromiso hasta su última consecuencia, que si no es el triunfo del ideal en que se empeña la vida, es la lucha permanente y en el peor de sus extremos la encarcelación o la muerte. Para aceptar esto y aún así seguir adelante, hace falta valor.

En mi opinión ese valor lo tiene Andrés Manuel. También tiene suerte. Y carisma. Es inteligente, simpático y, al menos ante el publico, no parece solemne. Es genial. Afirma que el plantón sirvió para contener la violencia con que algunos de sus seguidores querían continuar la lucha tras el golpe de estado que se consumó en esos días. Yo más bien creó que el plantón fue la gran ola que nos reunió a miles de sus correligionarios y nos mostró que sí había un movimiento y que sí era posible, por medio de la resistencia civil y pacífica avanzar hacia el triunfo real de la democracia auténtica y la creación de una nación justa e igualitaria. Estoy de acuerdo con él cuando afirma que el plantón “fue más que una protesta ciudadana por el fraude, o el sitio donde se definió colectivamente la construcción de una nueva república. El plantón fue un extraordinario espacio de convivencia y fraternidad humana”. De paso anoto, que también estoy de acuerdo con mi hermAnna Elia García, cantaactriz y compositora que guitarra en mano y a todo pulmón alentó días y noches a quienes vivían de planta o esporádicamente en el campamento y a quienes, solidarios iban de visita. Ella afirma que ahora lo que hace falta al movimiento sólo es estructurarse, pues se formó al revés, surgió tras las marchas de julio del año pasado, se presento en sociedad y a sí mismo durante el plantón y ahora sólo le falta terminar de organizarse.

El agua de los cántaros / sabe a pájaros

Termino como inicié. Citando grandes poemas, de unas cuantas sílabas de Carlos Pellicer. Porque citando al poeta tabasqueño su paisano y amigo, Andrés Manuel termina su libro, no sin antes definirse como “de izquierda y pelliceriano. Soy de izquierda porque de ese lado está ubicado el corazón, y pelliceriano porque este maestro protesto por la injusticia social y escribió poemas en voz alta, siempre llenos de esperanza…” (VEG)

notengomail69@yahoo.com.mx

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