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Por : Miguel Contreras Montoya.
El resultado del proceso electoral federal del presente año, expresa el grado que pudo alcanzar en los electores que fueron a votar, el examen a todas las fuerzas políticas actuantes en la vida nacional, examen que incluye cuestiones de forma, fondo, e interrelación con la sociedad en pleno.
El PRD -y como si los ataques del sistema en voz y acción de PRI y PAN no fueran suficientes- exhibió otra vez el dilema en el que se debate: proclamar postulados de vanguardia para transformar el país a favor de las mayorías, por un lado; y cultivar la intolerancia y antidemocracia en su vida interna por otro, en una reedición más del guión de decires y haceres que no se corresponden, que tanto le han dañado, y que nos obligan a referirnos a dos PRDs, el formal, autodefinido en los documentos básicos, y el real, cuyo perfil se define todos los días, con la práctica de los hombres y mujeres que lo integran.
Esa imposible amalgama, al parecer empeñada en mantener "en sus entrañas el germen de su propia destrucción", en mucho debe la distorsión de su vida interna, a la que experimentan las -por cierto- necesarias corrientes de opinión, caldo de cultivo en el que han proliferado apetitos de poder, celos, soberbia, clientelismo, pragmatismo extremo, individualismo, oportunismo, etc. y cuyo mayor engendro es llevar la contradicción entre el ser y el decir ser, al plano de entrampar la relación dinámica que debe existir entre las vías políticas, por un lado, y el marco normativo partidario por el otro.
El 2000 otra vez estrujó nuestra esperanza, ahora por una alternancia que nada cambia en esencia, y que fue decidida en la cúpula del poder económico, ése que no conoce fronteras ni se ata a siglas o personeros. He aquí mi visión del recuento de los daños, sistematizando datos, y formulando mis reflexiones:
Éstos son los números:
1.- En la elección federal de 1997, el PRD obtuvo 70 diputaciones de mayoría relativa, en 11 entidades federativas; en la de 2000, sólo ganamos 28 en 9 entidades. Ganamos presencia en nuevas entidades, y ahora tendremos diputados federales por Baja California Sur (1), Tabasco (2) y Zacatecas (2); pero perdimos los de Chiapas (2), Guanajuato (1), Morelos (3), Sonora (2) y Tamaulipas (1). Mi comparación es entre 1997 y PRD, con 2000 y Alianza por México, de lo que resulta la pérdida de al menos 60 % de diputaciones federales de mayoría en tres años.
2.- En el plano de los diputados de representación proporcional, perdimos en todas las circunscripciones plurinominales (5), con relación a lo conquistado en 1997, pasando de 58 a 40, en una pérdida del 31.04 %.
3.- Mientras en la LVII Legislatura, el Grupo Parlamentario del PRD tenía más del 25 % de la Cámara Federal de Diputados; para la LVIII Legislatura, recién electa, seremos 13.6 %, y esto si se cuenta a todos los diputados de la Alianza por México.
4.- Sobresalen las caídas en el Distrito federal y Estado de México, perdiendo 22 y 12 diputaciones de mayoría (76 y 80 %) respectivamente, así como la notable resistencia michoacana.
5.- En la Cámara de Senadores pasaremos de 15 senadores perredistas que actualmente tenemos, a 16 de la Alianza por México en la LVIII Legislatura.
6.- Democracia Social y el Partido de Centro Democrático, neonatos y casi sin recursos, nos ganaron una franja del electorado, pues sus votos sumaron, en la elección de diputados plurinominales, 23, 20, 7, 28 y 13 % de nuestra votación; en la I, II, III, IV y V circunscripción, respectivamente.
Éstas son mis interrogantes y reflexiones:
1.- ¿Por qué la paradoja de que en un país con más de 60 millones de pobres, nosotros, que decimos ser su voz, no tuvimos respaldo en las urnas?.
2.- ¿Por qué triunfó -y sin necesidad del albazo zedillista- el mejor gallo del neoliberalismo y la derecha, responsables de haber generado tanta pobreza y tanto pobre?: otra paradoja.
3.- ¿Por qué el PRD, que en 97 ganó la Capital del País, y más legisladores que Acción Nacional; que luego participó del triunfo en Zacatecas, Tlaxcala, Baja California Sur y Nayarit; cedió su lugar al PAN en la disputa real por la presidencia de la República?
4.- En marzo de 99 nos mostramos incapaces para organizar y respetar una elección de dirigentes, y reproductores de la cultura de fraude que al PRI le criticamos, lo que profusamente fue difundido por los candidatos -unos más que otros- en esa curiosa dualidad de acusados-acusadores.
5.- Luego, el borrón y la cuenta nueva, el acuerdo en las alturas, el carpetazo al asunto, con un marcado desdén por el análisis y el necesario fincamiento de responsabilidades con la participación de la base.
6.- Con esos antecedentes, el Partido fue más obstáculo que respaldo a una campaña que requería de estructuras organizativas sólidas y funcionales, y se situó al margen del proceso electoral, incapaz para enfrentar sus retos.
7.- El equipo de campaña en un hermetismo total, canceló con sus desdenes la oportunidad de suplir -apoyado en comités ciudadanos- sus deficiencias.
Y ésta es mi propuesta:
1.- Validar al interior las corrientes de opinión, y aún los grupos de poder, no debe derivar nunca más en una confederación de tribus hostiles entre sí, que se disputan -y reparten- al Partido.
2.- Los liderazgos unipersonales -por buenos y nobles que sean- deben tener como único espacio para su legitimación, la contribución que hagan a favor del fortalecimiento de la vida institucional del PRD.
3.- Se debe concretar un acuerdo entre los liderazgos reales del Partido, para reconocerse entre sí, y para hacer valer la institucionalidad partidaria.
4.- Impulsar un proceso de reforma partidaria que involucre la participación de las bases y revise -para rectificar- desde la norma que rige la vida interna, ética, estructura, y nuestra política de inserción en la vida nacional.
Sobre esas bases, podemos tener esperanza razonable de supervivencia como la opción de izquierda en el espectro político mexicano, y el "beneficio de la duda" del que tanto hoy se habla, define su horizonte en el tiempo: Si de aquí a marzo de 2001 no se cumplen esos dos puntos, el congreso que para entonces esperamos pueda refundar al PRD, derivará en evento formal de su disolución
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