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miércoles, enero 03, 2007

Opinión - Jorge Souza Jauffred

La Feria

La Jornada Jalisco - 03/01/07

- La revelación de lo ya sabido: Fox dejó crecer al narco

- La punta del iceberg permite graves suposiciones

- La respuesta de Calderón, un espectáculo televisivo

En las aguas heladas de las zonas glaciares, los icebergs constituyen un fenómeno común. Aquellos enormes montes de hielo que emergen sobre las superficies de las aguas muestran con su presencia imponente la innegable realidad de una mole de hielo que encuentra sustento y en una masa helada aún mayor, oculta bajo la superficie del océano.

La metáfora es adecuada, porque si bien resulta impresionante que por lo menos nueve mil personas hayan muerto asesinadas en los enfrentamientos entre narcotraficantes ocurridos durante el sexenio de Vicente Fox, la realidad que sostiene estos crímenes es aún más grave, abarca una mayor superficie y ha cobrado un mayor número de vidas.

Las cifras que dio a conocer ayer la Comisión de Seguridad Pública de la Cámara de Diputados son tristes y contundentes. Durante el sexenio anterior (entre 2001 y 2006) los narcotraficantes perpetraron, por lo menos, nueve mil “ejecuciones”. Hace unas semanas, este columnista señalaba que uno de los problemas más graves que enfrentaría el nuevo gobierno era precisamente el de frenar el crecimiento del tráfico de drogas, su infiltración en los niveles superiores de los cuerpos de seguridad y las peleas entre los grupos que se disputan los mercados y los corredores de paso de las sustancias.

El dato revelado por los diputados constata lo que, en alguna forma, se presentía: durante sólo seis años el narcotráfico creció año con año puntualmente, imponiendo en cada periodo una nueva marca. En 2001, hubo mil 80 asesinatos; en 2002, mil 230; un año más tarde llegaron a mil 290; en 2004, a mil 304; un año después, la marca fue de mil 776, y en 2006 la cifra llegó a 2 mil 100 asesinatos; un verdadero récord. Pero, además, los métodos que emplearon los sicarios para matar a sus enemigos fueron cada vez más cruentos; en los meses recientes, por ejemplo, la constante fue la decapitación de las víctimas, cuyos cuerpos y cabezas eran “tirados” en zonas distantes.

Pero esta es sólo la punta del iceberg. En la base, por lo menos, podemos encontrar lo siguiente:

1. Un amplio desinterés o una total incapacidad (¿temor, contubernio tal vez?) del presidente Fox por frenar el narco. Cualquiera de las hipótesis revela la responsabilidad del gobierno en el crecimiento de este mal. Está claro que cada año, los cárteles ganaron la batalla y conquistaron nuevos espacios en muchas zonas del país que hasta entonces se habían mantenido al margen de las drogas.

2. México ya no es sólo un país “de tránsito” para la droga. Es ahora un mercado abierto –un gran mercado, diría– y en disputa.

3. Estas bandas no hubieran crecido sin la protección de sectores oficiales.

4. Hay una raíz social en este asunto. Los nueve mil asesinados no son sólo “delincuentes”. Son personas, casi todas jóvenes, que en un momento determinado optaron por unirse a las pandillas. Habría qué ver hasta dónde influyó en esa decisión la pobreza extrema en la que viven 40 millones de mexicanos. El mejor caldo de cultivo para el narco lo condimentan la miseria, la ignorancia y la falta de oportunidades.

5. Si estamos ante la muerte de nueve mil personas y no se ha encontrado (en la gran mayoría de los casos) a los culpables, entonces esto significa que amplios cuerpos de seguridad pública o son incapaces o son corruptos.

6. Si las pandillas se dan el lujo de cometer sus crímenes a la luz del día, en los centros de las ciudades, en zonas públicas, esto significa que hoy, como nunca, el gobierno ha perdido espacios ante este problema y el narco los ha ganado.

7. Si mueren nueve mil personas por la disputa de mercados, entonces las utilidades en juego son enormes. Por ello, el movimiento y el lavado de estos capitales implica la participación de mucha gente de diferentes medios y de distintos niveles. ¿Hasta dónde llegará ese dinero, qué manos lo manejarán, lo limpiarán y lo disfrutarán?

8. Los resultados de distintas encuestas para conocer el consumo de adicciones son casi de pesadilla. De 1997 a 2000 la cifra de consumidores se incrementó en casi medio millón. En 1998, cuatro de cada cien chicos de entre 12 y 17 años había consumido alguna droga. Tijuana, México y Guadalajara son las ciudades con un mayor número de adictos; en 1999, en Tijuana, 15 por ciento de los encuestados, de entre 12 y 65 años de edad, había consumido alguna droga.

9. El daño que hacen las drogas (la cocaína, por ejemplo) a un solo muchacho es terrible. Los cambios de conducta, los daños al cerebro, los finales trágicos son constantes y llenan de tristeza y luto a la familia. Si este daño lo multiplicamos por cientos de miles, entenderemos la descomposición que siembra en el país el flagelo del narcotráfico.

De inmediato, el gobierno de Felipe Calderón respondió a la información proporcionada por los diputados, con el anuncio de un operativo contra el narcotráfico en Tijuana. Qué bueno que así sea y qué bueno que así haya ocurrido hace unas semanas en Michoacán... pero, sería ingenuo creer que con este ataque que apenas arroja unos cuantos y magros resultados se está realmente hiriendo al monstruo. Más bien, se trata de un espectáculo visual, televisivo, destinado a convencer a los televidentes (entiéndase, a los mexicanos) de que el gobierno algo está haciendo. Pero ¿usted cree que los jefes de los cárteles están ahí, a donde se envía a los soldados? ¿usted cree que los jefes de seguridad pública no saben quiénes son? y, lo peor, ¿usted cree que el crecimiento de estos grupos, propiciado desde luego por el gobierno de Fox, podrá de pronto ser frenado por el gobierno?

Y eso es todo por ahora, nos leemos mañana en este mismo espacio.

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