Jorge Gómez Naredo / La Jornada Jalisco
Ese día la tierra explotó, las calles se levantaron varios metros y, después, cayeron. La congoja y el sufrimiento aparecieron: hubo impotencia, hubo también olor a muerte. Gente sin vida, gente herida, gente enterrada y gente que deambulaba buscando a sus familiares, rezándole a la Virgen y a Dios y pidiéndole a la fortuna y a todos los santos que los suyos no anduvieran muertos, que los suyos no estuvieran debajo de la tierra, perforados por fierros y varilla, todos llenos de sangre, sin respirar, con los ojos cerrados. Fue el 22 de abril de 1992 un día triste, un día lleno de lágrimas: un día de dolor.
Para continuar leyendo este texto (y otros artículos relacionados con las explosiones del 22 de abril de 1992), haga clic en la imagen.




No hay comentarios.:
Publicar un comentario